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LOBO
Tengo que traerte hasta aquí, lobo,
para que me aúlles, lobo,
temo de ti tanto como le temo a mi espalda, lobo.
Temo pasar deprisa cerca de esa pared
con tantas piedras, con tantas caras,
temo que vaya a desdibujarse tu rostro
cuando penetre en él con mi azorado vestido,
temo que la dulzura, lobo, sea la eternidad
un hueco en el que ninguna palabra
pueda salir de la boca
sino de un sitio inexistente.
Se me ha enganchado el tacón
al dar un giro, cuando subía las manos
a la altura de mis ojos, aquella tarde,
sobre las seis, con las hebillas y el manillar
y aquel brillo como de plata que se palpaba por todo el aire,
aquella vez, lobo, que nos detuvo el rayo.
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