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El día que me detuve al pie de un maizal
y escuché el crujido de los largos tallos secos
movidos por el aire,
recordé algo que había olvidado hacía tiempo.

-Cesare Pavese-
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miércoles, 11 de mayo de 2016

Lo Intangible

1981



Marcel Proust, “En busca del tiempo perdido” (El tiempo recuperado)

7. El tiempo recobrado


 [...] Es como si me hubiera dicho: «Tome a la izquierda, después a la derecha, y tocará lo intangible, llegará a las inaccesibles lejanías de las que, en la tierra, no se conoce nunca más que la dirección, que el “hacia”» [...].









viernes, 28 de diciembre de 2012

PODER




PODER











Les hablaré de la leña y del humo, de cómo sus figuritas
eran capaces de adornar calles y calles
con calendarios nuevos que traían, expresamente,
para que tú te pudieses vestir
de mariposa o de bruja.

Y no aquel árbol de ahogado con el que a veces hacía el miedo
que se cortara tu voz y parecieras frágil
y pareciera que, cuando venga, tú, dócilmente,
le entregarás tus ojos como si acaso tus ojos estuvieran allí
cuando ella venga.

Le mostraré tus manos y las verá tal como están,
un poco ajadas por la humedad del barro y el paso
de una luz a otra luz, así mismo como en invierno llueve
y también hace viento y entonces nieva para que tú te puedas vestir
de picaporte o de encina.

Y no esa ausencia de estrellas con la que a veces el miedo
usurpa el ímpetu con el que tú, tan infantilmente,
te tomarías a risa su manto oscuro,
si es que acaso tu boca no se estuviese
dando un baño de estrellas
cuando ella venga.    

Y no querrá ni mirarte siquiera porque yo le hablaré,
tú conmigo diremos y ella huirá
cercenando sus piernas, anticipando el lodo
que dejarán sus vestidos rasgados por la mitad.

Le enseñaré tus colores calientes y tu país del trigo
y la cebada le segará los pies, y habrá tanta tormenta
en su cielo que ni podrá volver, pero de todas formas
se lo diré. Le mostraré que no puede tocarte
hasta que tú no la ordenes venir.












miércoles, 10 de octubre de 2012

LAS ZARZAS






 LAS ZARZAS













No juegues con esas zarzas, podrías
herir el trocito de piel
que no recubre tu blusa. Tú,
tan chiquitita, azul, lívida blusa
color de moras, no te sientes
tan cerca del brocal, boca negra,
lengua larga, profunda, interminablemente
roja, no te asomes, ahí,
no te asomes, no.













LA PALIDEZ DEL BOSQUE






LA PALIDEZ DEL BOSQUE










I


Es una espina porosa y lenta sobre la que se desliza un pez espada semejante a los ojos de una araña. La extraña sinfonía simula postes de nieve de los que penden dos largos párpados  cerrados al hollín de las cañerías.


Supuestamente estoy allí informe e inestable con una gran bola suspendida en mi cuello con la que juego a encontrar el porvenir siguiendo los colores cambiantes de dos gallos que sufren envueltos en sábanas  difuntas.


Subo de mano en mano por una escalera sin precedentes y me encuentro con el gran caracol cerrado de los días. Todo el salobre aire de las montañas está disuelto en la cortina que tumba y observa esta hora desconocida.


Y a pesar de estos estados de excepción en los que suelo recostarme, sigo sin comprender el rumor de los grandes amantes petrificados por una mujer incandescente.


Bajo la noche en cinta hay un saludo de campanario, he de saber pronunciar los sonidos que a lo ancho del bosque restallan en los árboles que de otro mundo llegan cautivos, su propósito es agrandar la luna, estos ojos sin nubes.


Que sea o no creíble, me es insustancial como el clamor de los mares al rumbo de la Tierra, en verdad, mi única pasión reside en el significado fluctuante de las cosas.


II


La cobertura de tus medias tiene un agua de color témpera que se asemeja a las constelaciones de tus piernas, si retrocedes, veo el sopor del aire fijado en tu garganta y siento un irrefrenable deseo de salir dando besos por una ventana que se desvanece.


III



Allí me acuesto y pongo mis labios en cruz con una inscripción en el timbre de las luciérnagas que dice así:

Todo amor aparece y desaparece
en el vestido invertebrado de la boca.


















viernes, 10 de agosto de 2012

COLUMNAS

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COLUMNAS














Desfilan entre columnas de humo
desde la hilera de cosas amontonadas  en el frío,
las veo en el humo como recién sacadas de la madera,
como si la madera estuviese llegando de suelo en suelo,
como si no se pudiesen mover de donde las pusieron mis ojos.
Las veo desde la esquina con piedras de transparencia
y entre agujeros que bordearon los inviernos,
la nostalgia, la lluvia,
las puedo tocar cuando desciendo,
con mis manos toco el cordón.

Están desparramadas como alfileres, las manos juntas,
donde la ropa cojo un papel y en él apunto palabras
como charol,
y en las espigas
es de día pero es de noche, es una noche larga
que llega a donde no estoy.

Se han marchado mis ojos, se han marchado de mí,
mis manos que se aglutinan donde ahora escucho,
vienen en corros que puedo oir,
los conozco por los colores de las canciones cuando van a sonar,
cuando las casas, cuando el tejado, todo es allí
junto a la luz de una imagen con un vestido en el corazón.       















lunes, 30 de julio de 2012

CASA DE MUÑECAS

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CASA DE MUÑECAS











Se me quedó la lengua tocando el círculo
de las pulseras
que se encendió en mi cintura
mientras charlaba con el color
amarillo rosa del verde
azul partido
mientras llovía por mi garganta
el mar
los ojos.

Se me quedó la falda entretenida con la ventana
y esa voz de horizonte
con ese llanto feliz dándome vueltas
por los bolsillos
yendo a buscar a la pequeña niña
que se quedó
en los palitos
y el pantalón
muñeca.

Salen manos reconocidas que me acarician
y estoy charlando con las esquinas
son las sombras de enfrente ahora voy a pasar
ahora las piso soy un río que arrecia
soy la fuente cuando llega la noche soy un coche al pasar
y hablo
me escucho a mí desde lejos
llego al verano y se multiplican todos mis dedos
yendo por el azul
de un lado al otro de calle en calle
de noche en noche
de mí en mí.














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LOBO

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LOBO
 



 





Tengo que traerte hasta aquí, lobo,
para que me aúlles, lobo,
temo de ti tanto como le temo a mi espalda, lobo.

Temo pasar deprisa cerca de esa pared
con tantas piedras, con tantas caras,
temo que vaya a desdibujarse tu rostro
cuando penetre en él con mi azorado vestido,
temo que la dulzura, lobo, sea la eternidad
un hueco en el que ninguna palabra
pueda salir de la boca
sino de un sitio inexistente.

Se me ha enganchado el tacón
al dar un giro, cuando subía las manos
a la altura de mis ojos, aquella tarde,
sobre las seis, con las hebillas y el manillar
y aquel brillo como de plata que se palpaba por todo el aire,
aquella vez, lobo, que nos detuvo el rayo.
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